Dentro del municipio de Breña Alta, existen determinadas edificaciones, o conjuntos de ellas, cuyos valores formales y tipológicos cualifican el paisaje urbano o rural, aportando los signos de identidad de estos núcleos, al tiempo que relatan la historia de su desarrollo, constituyendo un patrimonio cultural que es necesario conservar. No se trata de grandes monumentos, sino en general de viviendas en muchos casos modestas, construidas en su mayoría en los siglos pasados y que sin embargo, son las que siguen aportando calidad medioambiental, tanto en los núcleos urbanos como en los rurales. Por su especial interés, también se han recogido tipologías edificatorias poco frecuentes, tanto por su número como por su calidad (formal o constructiva), como son «nichos de cruz», «portadas», «arquitectura industrial» o «caminos reales».
Foto Iglesia San PedroLas casas que conforman el casco histórico del pueblo de San Pedro de Breña Alta , surgieron, como los restantes pueblos de la isla, al amparo de la iglesia parroquial, núcleo que articuló el asentamiento. Las casas medianeras situadas por debajo de la iglesia, de dos plantas de altura, y fachadas con huecos ordenados simétricamente según el gusto clásico, datan de finales del siglo XVIII y principios de XIX.
La arquitectura rural, a diferencia de la urbana, es de libre construcción, y en ella se ha manifestado de modo más abierto, la tradición arquitectónica de quienes la han construido y habitado. El alejamiento de los centros urbanos y la falta de buenas comunicaciones, determina la mayor pureza de la tradición arquitectónica, sin contaminaciones de otros estilos.
La arquitectura rural, a diferencia de la urbana, es de libre construcción, y en ella se ha manifestado de modo más abierto, la tradición arquitectónica de quienes la han construido y habitado. El alejamiento de los centros urbanos y la falta de buenas comunicaciones, determina la mayor pureza de la tradición arquitectónica, sin contaminaciones de otros estilos. Desde el punto de vista constructivo, la arquitectura tradicional se caracteriza por sus gruesos muros de piedra y barro, reforzados en las esquinas con cadenas de sillares, sistema constructivo de origen portugués. Los muros, de gran anchura, son de mampostería ordinaria, construidos a base de piedra y barro. El barro en las casa hechas con mayor esmero, sirve para terminar de afirmar las piedras y rellenar las juntas. Según el ilustrado Antonio Lemus Smalley (1846), «las casas de los campesinos palmeros estaban separadas generalmente a mucha distancia unas de otras, son construidas de piedra seca cubierta con paja y sus pisos formados con bosta de buey y bien apisonada, haciendo un suelo bastante parejo y duradero».
En las casas situadas a la vera del camino, es frecuente encontrar el llamado alpendre (conocido también como tinglado), especie de pórtico de madera con cubierta de teja, apoyado en pies derechos y, en los ejemplos más antiguos, también en muros laterales. Su origen es portugués (derivan de las galileas lusitanas) y se utilizaban como lugar de estancia y reunión, o para guardar aperos de labranza, carbón, leña…También cumplían la función de lugar de parada en el camino, acogiendo con frecuencia a ventas rurales. Sin duda, el conjunto más importante de casas con alpendre de la isla son los situados junto a los antiguos caminos reales de «La Cuesta» y «Buenavista». Se trata de antiguas ventas rurales, que, como «La Estrella» y «El Porvenir», datan de principios del siglo XX. «La Cuesta» y «Buenavista». Se trata de antiguas ventas rurales, que, como «La Estrella» y «El Porvenir», datan de principios del siglo XX.
Las orientación de estas casas suele ser hacia el mar, construidas muchas veces aprovechando la pendiente del terreno, de manera que presentan inclinación hacia el Sur, para defenderse de la brisa. Para disfrutar de esta orientación, llegan hasta dar la espalda al camino. De este modo, las casas consiguen tener delante un terreno descendente y un paisaje luminoso y despejado. Lemus Smalley indica que las de los vecinos más pudientes son de piedra y barro, encaladas, siendo sus techumbres de madera y teja. Las casas más ricas se suallaban (palabra que deriva de la portuguesa soalhar), es decir, se pavimentaba con anchas tablas de tea.
La Hacienda o Casa Señorial de campo, se manifiesta como el signo indiscutible del dominio de las clases poderosas en el medio rural. En este sentido, se ubica en la parcela más visible y dominante de la propiedad, distribuyéndose a su alrededor las zonas de cultivo. Suele presentar planta rectangular, aunque en ocasiones las hay en «L». Físicamente, se divide en dos partes bien diferenciadas, dependiendo de su función. La primera es la zona habitable o planta noble, situada en el segundo piso, donde el señor y su familia pasaban el verano o largas temporadas en sus posesiones rurales. La segunda está dedicada a las labores cotidianas propias de la hacienda, ubicada en la planta baja, albergando almacenes, lagares, bodegas, cuartos para los aperos, cocheras, etc. A su alrededor, se sitúan más dependencias exentas y las casas de habitación de los trabajadores e incluso alguna ermita.
La hacienda rural no llega a tener la sofisticación de las casas solariegas de ciudad, pero el afán clasista de sus dueños, hace que esté fabricada con abundancia de materiales prohibitivos para el campesino, como madera, teja y cal, así como por la presencia de elementos constructivos y ornamentalmente exclusivos.
Algunos elementos arquitectónicos y decorativos propios de la casa señorial campestre pueden ser:
- BALCONES. Son generalmente abiertos y con antepecho de balaustres torneados, pies derechos y tejado, que en algunos casos pueden apoyar en jabalcones. De época más reciente, son los balcones cerrados y acristalados.
ESGRAFIADOS. Consisten en una técnica decorativa (de origen hispano-musulmán), que trabaja sobre una superficie enlucida, levantando su primera capa de acuerdo con un dibujo previo. Los motivos ornamentales, de ritmo geométrico repetitivo, suelen formar bandas que encuadran los parámetros: estrellas inscritas en círculos, rombos, ajedrezados…Con frecuencia se representan fingidas sillerías-almohadillas , con el fin de dar un aspecto noble a las pertes y especialmente a las esquinas.
PORTADAS ALMENADAS. Otros elementos arquitectónicos propios de las haciendas y casas de campo son los muros y puertas almenadas. Es frecuente la portada almenada con triple almena y una cruz en su centro, principalmente en las tres islas mayores. De origen hispano-musulmán, la almena sólo podía ser utilizada por las clases privilegiadas: La Iglesia y la Nobleza.
MIRADORES. De origen hispano-musulmán, los miradores servían de atalayas desde los cuáles se disfrutaba de una agradable vista sobre jardines y la naturaleza circundante. Suelen ser de planta cuadrada y volumen cúbico, cubierto con tejado en punta de diamante. Los más altos se levantan sobre torreones. Se colocan generalmente en la parte trasera de las viviendas, sobre el patio.
ORATORIO. El privilegio de poseer oratorio particular, era concedido por la santa sede o el nuncio apostólico, en su nombre, en razón de enfermedad y nobleza. Pueden ser de tipo doméstico, formado por un armario empotrado en la pared con puertas (que contiene el altar donde oficia el sacerdote), situado en el salón principal de la casa.
JARDINES . En algunas de estas casas de campo, el jardín adquiere una importancia singular, especialmente en las quintas y haciendas suburbanas. En estos casos, se adornan con estatuas, fuentes, canales, grutas artificiales, paseos empedrados, kioscos, pabellones y cenadores, para retirarse a disfrutar de la naturaleza.
El conjunto mas importante de haciendas y casas de campo de la isla de La Palma (si exceptuamos los de Argual y Tazacorte), se encuentra en Las Breñas. En el siglo XVIII, Viera y Clavijo describí a a Breña Alta como paraje alegre, lugar de los mejores de la isla, donde pasaban el verano muchas familias de la ciudad que tenían sus haciendas. Es Buenavista de Arriba, donde se concentran el mayor número de haciendas y casas de campo, gran parte de ellas situadas a la vera del antiguo camino real de La Banda.
CASAS CAMPESINAS O TERRERAS
La denominación de «casa terrera» no es sino una castellanización del portugués » casa terreira». Una variante de casa terrera campesina propia de la isla de La Palma es la que presenta varias habitaciones alineadas a todo el ancho de la fachada. Según Pérez Vidal, este tipo de casas se relacionan con otras de la mitad sur de la península y las islas de Madeira y Faial, en Las Azores.
La armadura del tejado está compuesta por vigas de tea, llamadas tiseras, que van afianzadas sobre cuatro frechales hasta la cumbrera. Los frechales (otra palabra de origen portugués) son las vigas horizontales que descansan sobre los muros sobre los cuáles va afianzada la armadura. La construcción dispersa, contraria a la de Andalucía, escasea, permitieron el desarrollo del tejado en punta de diamante, es decir, «a cuatro aguas», (el más bello y costoso de todos), y el de dos vertientes, con el caballete paralelo a la fachada y dos pequeños faldones en los extremos. Estas cubiertas a cuatro aguas no se hallan en los pueblos andaluces, sino muy raramente en las montañas del norte de Granada y de Jaén. En cambio, abundan en Portugal, Galicia y cerca de Canarias, en las Islas Azores y Madeira.
El cuerpo central sirve de comedor y sala, y las habitaciones laterales, de dormitorios. La ventana de la sala es la típica de la arquitectura tradicional de las islas, la ventana de asiento, que ofrece dos poyos o asientos fijos de mampostería, cubiertos de un grueso tablón de tea. El mobiliario es muy sencillo: alacenas empotradas, arcones o cajas de madera de tea, que servían tanto para guardar cosas, como para sentarse, taburetes y sillas, mesas… Las cajas de indias también fueron muy comunes en estas casas de campo en los siglos XVII y XVIII, traídas por los emigrantes que retornaba de América.
El elemento más característico de estas casas es el patio frontero que se desarrolla a todo lo largo de la casa, llamado en La Palma , como en la isla de Madeira, donde reciben el nombre de «terreiro da Porta». Es de tierra apisonada y en las casas más ricas está empedrado con lajas o cantos rodados.
La cocinas suelen hallarse separadas de la casa, en una construcción ajena, pero no aislada. Las molestias del hubo deben de haber constituido la principal causa de este alejamiento. Su construcción es generalmente bastante descuidada: paredes de piedra seca o mal revestidas de argamasa, techumbre de teja vana, y piso de tierra apisonada o bosta. Estas cocinas carecen de chimenea, de modo que el humo escapa por la puerta y por el hueco de tres tejas levantadas en forma de pirámide. Cuando existe horno, éste se sitúa en la pared del fondo de la cocina.
HORNOS DE TEJA Y CAL
Los tejares y hornos de teja más importantes de la isla estaban situados en la periferia de Santa Cruz de La Palma, próximos al mar. En el barrio del Cabo, en el extremo norte, se encontraba el tejar de Santa Catalina, y, hacia el sur, en la costa de Breña Alta, el llamado tejar de Bajamar de La Breña.
El de Bajamar persiste, afortunadamente, entre las diversas construcciones de la hacienda. Conserva aún los hornos que cocían la teja fabricada en el tejar situado cerca del antiguo pozo. Surtía la demanda de teja de la ciudad y de Las Breñas, como se ve por las cuentas del pósito de Breña Alta (1616) y de la iglesia de San Pedro (1658).
Los hornos de cal, básica en la construcción de edificios (tanto para formar morteros como para enjalbegar los paramentos), abundaba en las Islas Orientales, mientras que escaseaba en las restantes. En Fuerteventura se obtenía en la zona de Jandía, llevándose desde 1560 y posiblemente antes, a la isla de La Palma. Esto dio lugar, desde comienzos del siglo XVI, a un ciclo de importación-exportación que durará varios siglos. La piedra de cal importada o cal cruda, debía ser cocida en los hornos de cal para poder ser utilizada. Ello dio lugar a la aparición de hornos para guisarla cercanos a los puntos por donde era desembarcada, como el que aún perdura en el antiguo camino real de la Cuesta de La Pata, en el barranco de Aguacencio.
El elemento más característico de la arquitectura industrial palmera quizá sea el Molino de viento, cuyos supervivientes todavía imprimen en el medio rural una atmósfera que nos traslada en el tiempo hacia nuestro pasado reciente. Su uso se constata desde los primeros años que siguieron a la conquista, y se manifestó como instrumento indispensable para moler el grano destinado a la elaboración del gofio. Este producto era la base de la alimentación de los campesinos palmeros, tal y como constata el obispo Cámara y Murga en 1629, puntualizando: «que es un pan hecho de trigo, cebada y otras misturas».
MOLINOS HARINEROS O DE GOFIO
Los molinos harineros o molinos de gofio son de dos tipos: los movidos por la fuerza del viento y los movidos por la corriente de agua.
En aquellas partes de la isla donde no existían cursos de agua corriente, aparecen en su lugar, molinos de viento, como en Garafía, Puntallana, Mazo o La Breña. Los molinos de viento originales presentaban una arboladura basadas en velas de tela, sistema que en la segunda mitad del siglo XIX fue profundamente perfeccionado por el inventor palmero Ortega.
El declive definitivo de los molinos de viento, vino de la mano de la molina, la cuál era movida por gasoil, consiguiendo ser más rentable que los molinos de viento. Los pocos ejemplares que todavía se mantienen en pie, principalmente en Garafía, corresponden a los del sistema Ortega. La hacienda de Bajamar cuenta con la singularidad de «tener el único molino, de todos los de esta isla, que funciona para elevar agua de uno de sus pozos y no destinado a la molienda».